ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, EX CANDIDATO PRESIDENCIAL DE LA IZQUIERDA MEXICANA, POR EL “MOVIMIENTO PROGRESISTA”, Y HORACIO RADETICH, AL DIRIGIRSE A LOS MEXICANOS PARECIERA MÁS BIEN HABERSE DIRIGIDO A LA DERECHA OPOSITORA DE LA MUD EN VENEZUELA, Y A LOS QUE TIENEN UNA MÁSCARA DE IZQUIERDA EN EL GOBIERNO DE MADURO, Y QUE HACIÉNDOSE PASAR POR SOCIALISTAS O DE IZQUIERDA, EN LA PRÁCTICA HAN DESARROLLADO UNA POLÍTICA INDIVIDUALISTA, DE GRUPOS DE PODERES ECONÓMICOS DENTRO DEL PSUV Y EN LAS CÚPULAS DEL GOBIERNO NACIONAL, GOBIERNOS REGIONALES, MUNICIPALES, PARLAMENTARIOS Y DEMÁS PODERES PÚBLICOS, LO MISMO QUE HIZO AD Y COPEI DURANTE LA CUARTA REPÚBLICA.
La política no es engaños, no es
traicionar, no es corrupción, la política es un noble oficio, es tan limpia la
política, que no los más sucios políticos han podido mancharla. Es un oficio
para servir. Participación de Andrés Manuel López
Obrador, precandidato a la Presidencia de la República por el Movimiento
Progresista, en el Foro sobre los fundamentos para una República Amorosa
“…Una República
Amorosa nos va a permitir sentirnos mejor”. “Creo que la felicidad no es
acumular bienes materiales, títulos y fama, sino estar bien con nosotros
mismos, con nuestras conciencias, y con el prójimo”. “No se puede seguir
diciendo que uno es de izquierda y no hacer nada por el que sufre, por el que
nos necesita”. “ Ser de izquierda no es nada más estar pensando en ver cómo me acomodo,
a lo mejor me toca una plurinominal, y todavía con gran hipocresía y
desfachatez hablar en el discurso que somos de izquierda, cuando el único
propósito es que nos vaya bien a nosotros y no pensar en los demás”. “Ser de
izquierda es ser honesto y pensar y actuar a favor del prójimo” El dirigente nacional de Morena subrayó
que no se debe desvirtuar lo que representa ser un político de izquierda, por
lo que descartó que la transformación de Morena en partido divida el voto de
los sectores progresistas. “El corrupto no es de izquierda. Esos son
simuladores, no se tiene porque dividir; ya basta de usufructuar el concepto de
izquierda. La auténtica izquierda está del lado del pueblo, es ser congruente,
representa ser honesto y tener buenos sentimientos”. “Ser de izquierda es sencillamente ser honesto. Ser de izquierda
es tener buenos sentimientos y ser honesto y el corrupto no puede ser de
izquierda”, enfatizó.
En el foro temático “Fundamentos de la República Amorosa”, destacó que este proyecto de nación se
rige bajo tres valores fundamentales, que son la honestidad, justicia y amor,
con el único propósito de regenerar la vida pública del país a través de una
nueva forma de hacer política.
Dijo que la corrupción ha sido uno de los
principales factores que han llevado a la decadencia de la nación, provocando
falta de oportunidades, empleo, carencia de valores culturales y espirituales.
“En
un gobierno donde se aplica la honestidad no habrá privilegios para unos
cuantos; en un país donde hay justicia se combate la desigualdad y no unos
cuantos lo tienen todo, mientras que la mayoría tiene solo poco. La política es
limpia y es para servir, ni siquiera los sucios políticos la han podido
manchar”,
insistió.
López Obrador finalizó su participación
mencionando que ser de izquierda, en la actualidad, significa ser honesto,
pensar en el prójimo y actuar en consecuencia.
Como he venido sosteniendo, la decadencia que
padecemos se ha producido, tanto por la falta de oportunidades de empleo,
estudio y otros satisfactores básicos, como por la pérdida de valores
culturales, morales y espirituales. Por eso, nuestra propuesta para lograr el
renacimiento de México busca hacer realidad el progreso con justicia y, al
mismo tiempo, auspiciar una manera de vivir, sustentada en el amor a la
familia, al prójimo, a la naturaleza y a la patria.
Cuando hablamos de una república amorosa,
con dimensión social y grandeza espiritual, estamos proponiendo regenerar la
vida pública de México mediante una nueva forma de hacer política, aplicando en
prudente armonía tres ideas rectoras: la honestidad, la justicia y el amor.
Honestidad y justicia para mejorar las condiciones de vida y alcanzar la
tranquilidad y la paz pública; el amor para promover el bien y lograr la
felicidad.
La honestidad es una virtud que aún
poseemos, que se tiene, que es la herencia de los pueblos, que representan todo
el mosaico cultural de nuestro país, los que mantienen principios, valores de
la gran civilización mesoamericana.
Como aquí se dijo, en los pueblos indígenas de nuestro
país existe una reserva de valores, que nos puede permitir la regeneración de
la vida pública de nuestro país.
Digo esto porque por una modernidad
malentendida y también por el racismo y por la imposición, se ha querido
soslayar los valores que hay en nuestros pueblos, comunidades indígenas y
campesinas.
Tenemos muchos valores en nuestro país,
pero no se les exalta. Es cosa, por eso, de revalorar lo que significa la
honestidad, darle su lugar, ponerla en el centro del debate público y aplicarla
como principio básico para la regeneración nacional.
Es increíble que siendo la corrupción
política el principal problema de México no esté el tema del combate a la
corrupción en la agenda nacional. No se habla de este asunto y ha sido la
corrupción política lo que más ha dañado a nuestra nación, es lo que ha dado al
traste con todo, es la causa de la desigualdad social, de la desigualdad
económica, es la causa de esta tragedia de nuestros tiempos, lo que ha llevado
a que pocos tengan mucho y muchos tengan poco.
Por eso la propuesta es elevar a la
honestidad como la principal virtud pública, lo cual nos traerá muchos
beneficios, que se piensa que eso es filosófico, teórico. No, la corrupción la
tenemos que combatir por razones de índole moral, pero también porque es mucho
el dinero del presupuesto, que es dinero del pueblo, que se va por el caño de
la corrupción.
Qué obtendríamos elevando a rango supremo
la honestidad, haciendo el acuerdo entre todos de que vamos a establecer como
forma de vida y de gobierno la honestidad. Para empezar los gobernantes
contarían con autoridad moral para aplicar la ley y exigir a todos un recto
proceder. Nadie tendría privilegios. Se podría aplicar un plan de austeridad
republicana para reducir los sueldos elevadísimos de los altos funcionarios
públicos y eliminar todos los gastos superfluos.
Asimismo, con este imperativo ético por
delante se recuperarían recursos –como lo he dicho– que hoy se van por el caño
de la corrupción y esos recursos se destinarían al desarrollo y al bienestar
del pueblo. Eso por lo que corresponde a la honestidad. La justicia, al
igual que la honestidad, no aparece en la agenda de la llamada clase política.
Qué es lo que hay en la agenda nacional o qué es lo que se trata en el
Congreso. Son las llamadas reformas estructurales, los temas son reforma
energética, que ya sabemos lo que significa, que es la privatización del
petróleo y de la industria eléctrica. La reforma laboral para pagarle a los
trabajadores por hora, a razón de siete pesos por hora, que son 28 pesos por
cuatro horas, para ya no tener ni siquiera la obligación de pagar salario
mínimo. La reforma fiscal para cobrarle impuesto a todos, menos a los de mero
arriba.
Esa agenda que se dicta desde el
extranjero, se aplica en México, España, Rusia y en cualquier país.
Desgraciadamente nosotros no tenemos una agenda propia, porque desde que se
viene aplicando el modelo neoliberal, no tenemos un programa de desarrollo que
recoja las necesidades del pueblo de México, que le dé respuesta a los grandes
y graves problemas nacionales.
Por eso no está en la agenda la honestidad
y no está la justicia.
No obstante, la falta de justicia en
nuestro país es la sombra que nos persigue, el pecado social que nos impide
estar bien con nuestras conciencias y poder desarrollarnos plenamente como
seres humanos.
La pobreza en México es una amarga
realidad, entristece, parte el alma y se encuentra por todos lados. Y, desde
luego, no existe ninguna razón natural o geográfica que la justifique. Nuestro
país todavía es de los que poseen más recursos naturales en el mundo, a pesar
de que lo han saqueado por siglos.
De modo que se padece la paradoja de vivir
en un país rico con pueblo pobre y, como es obvio, esta contradicción no es por
la fatalidad, el destino o la mala suerte, sino por la corrupción política, por
la ausencia de justicia y por el mal gobierno. Es
tanta la insensibilidad de las élites del poder que aún en medio de la profunda
crisis de inseguridad y de violencia se padece, se niegan a aceptar que la
pobreza y la falta de oportunidades y de bienestar, originaron este estallido
de odio y resentimiento. Desde luego, menos les importa atender las causas del
problema.
Por el contrario, en una especie de
enajenación autoritaria, pretenden resolverlo con medidas coercitivas,
enfrentando la violencia con la violencia, como si el fuego se pudiese apagar
con fuego. Olvidan que no es la violencia, sino el bien lo que suprime el
mal. A este pensamiento y proceder reaccionario y conservador, debemos oponer
el criterio de que la inseguridad y la violencia solo pueden ser vencidas con
cambios efectivos en el medio social y con la influencia moral que se puede
ejercer sobre la sociedad en su conjunto.
En otras palabras, hay que combatir la
desigualdad para tener una sociedad más humana y de esa manera evitar la
frustración y las trágicas tensiones que provoca. Estamos, pues,
preparados y decididos a resolver la actual crisis de inseguridad y de
violencia. Lo haremos bajo el principio de que la paz y la tranquilidad son
frutos de la justicia. La solución de fondo, la más eficaz y la más humana,
pasa por enfrentar el desempleo, de la falta de trabajo, pasa por enfrentar la
pobreza, la desintegración familiar, la pérdida de valores y por incorporar a
los jóvenes al trabajo y al estudio. Pero también nuestra propuesta busca
que el sentido de la vida no se reduzca sólo a la obtención de lo material, a
lo que poseemos o acumulamos, porque no solo de pan vive el hombre; de ahí que
consideremos indispensable auspiciar una corriente de pensamiento que exalte y
promueva valores éticos individuales y colectivos.
Tenemos que convencer y persuadir de que,
si no buscamos alcanzar un ideal moral, esa utopía de la que se habló, ese
sueño que se debe convertir en realidad, no se podrá transformar a México. Sólo
así podremos hacer frente a la mancha negra de individualismo, codicia y odio
que se viene extendiendo cada vez más y que nos ha llevado a la degradación
progresiva como sociedad y como nación. Quienes piensan que este tema no
corresponde a la política, olvidan que el fin último de éste noble oficio es
hacer el bien, porque de ello depende la verdadera felicidad.
La política no es engaños, no es
traicionar, no es corrupción, la política es un noble oficio, es tan limpia la
política, que no los más sucios políticos han podido mancharla. Es un oficio
para servir. Nuestra propuesta implica enaltecer por eso todo lo bueno que
hay en los seres humanos y fortalecer los valores cívicos que hacen que la
convivencia sea digna y respetuosa. Aquí abro un paréntesis para insistir
sobre el por qué el tema principal de la política debe ser buscar la felicidad
del pueblo. Ya está establecido en otras naciones, en la Constitución de
Estados Unidos hay un artículo principal, fundamental que habla de que se debe
buscar la felicidad del pueblo para el fortalecimiento de la Unión.
En la Constitución francesa de finales del
siglo XVIII, lo mismo, el objetivo es buscar la felicidad del pueblo. En la
Constitución de Apatzingán, de 1814, se garantizaba el derecho del pueblo a la
felicidad. El propósito es contribuir en la formación de mujeres y
hombres buenos y felices, con la premisa de que ser bueno es el único modo de
ser dichoso. El que tiene la conciencia tranquila duerme bien, vive contento.
La felicidad no se logra acumulando riquezas, títulos o fama, sino estando bien
con nuestra conciencia, con nosotros mismos y con el prójimo. Y aún cuando
la idea del bien atañe a las convicciones personales, según sea nuestra manera
de ser y de pensar, nuestra historia vital y nuestra circunstancia, existen
preceptos generales que son aceptados por la inmensa mayoría de los seres
humanos. Por eso hemos propuesto la elaboración de una cartilla moral o código
del bien o constitución moral o guía para la conducta ciudadana o carta de
virtudes cívicas o como finalmente se le llame, sin dejar de lado lo sustantivo
que es hacer el catálogo de los valores personales, cívicos y sociales que
deben reafirmarse y promoverse en los distintos espacios de la vida pública.
No sé por qué tanto miedo a hablar de
estos temas. Tenemos que poner en claro que hay valores que deben de
fortalecerse y esto es muy importante. En esencia, se trata de poner en la
agenda nacional los conceptos del amor, la honestidad, la justicia; la austeridad,
la verdad, la dignidad, la no violencia, la diversidad, la no discriminación,
la igualdad, el respeto, la fraternidad, la tolerancia, la transparencia, la
pluralidad, la congruencia, la libertad, la felicidad y la verdadera legalidad
y otros más.
En consecuencia, hoy –aquí en Puebla– se
da a conocer la convocatoria para elaborar con la participación de todas y
todos, el documento con los preceptos básicos que serán las bases para una
convivencia futura sustentada en el amor y en hacer el bien para alcanzar la
verdadera felicidad. Este Congreso para constituir las bases de una
República Amorosa se celebrará el 21 de marzo de este año, desde las 9 de la
mañana, en el Museo de la Ciudad de México. En el comité organizador han
decidido participar Alfredo López Austin, Laura Esquivel, Gabriel Vargas,
Raquel Serur, Hugo Gutiérrez Vega, Enrique Dussel, Manuel Pérez Rocha, Emma
Laura Manjarrez, Julio Glockner, Ernesto Lammoglia, Pedro Mendoza, Pío Bautista
Ruiz, Honorio Alcántara, Luisa Cortés y José Luis Marín.
Se está haciendo esta convocatoria,
queremos que con la participación de todos, ese grupo organizador de ese
Congreso, que se va a celebrar el 21 de marzo, con la participación amplia y
plural. Ya vimos aquí lo que pueden aportar las comunidades indígenas. Ya
escuchamos lo que es la sabiduría de nuestro pueblo. Es una convocatoria
abierta a la participación de todos, padres, madres de familia, jóvenes,
ancianos venerables de comunidades indígenas, filósofos, antropólogos,
pedagogos, sociólogos, psicólogos, de todas las disciplinas, mujeres y hombres
libres y conscientes con el interés de regenerar la vida pública de nuestro
país.
Vamos pues a lograr el renacimiento de México. Yo
termino diciendo, se nos pregunta y quiero que se sepa qué opino, creo que ser
de izquierda en la actualidad, en nuestros tiempos es ser honesto, pero le
agregaría que ser de izquierda es ser honesto, pensar en el prójimo y actuar en
consecuencia
HORACIO
RADETICH
El término mismo y la identidad de las
izquierdas es hoy cuestionable. Recientemente Horacio Radetich escribió: ¿Por
qué no soy de “izquierda”?
“No soy de ‘izquierda’ porque desde hace unos cuantos años cualquiera,
sin importar su pasado ni lo que haga o haya hecho, puede autodenominarse como
tal siendo, en realidad, conservador, de doble moral, autoritario, inculto,
intolerante y misógino, entre otras ‘cualidades’. No soy de ‘izquierda’ porque
a diferencia de ellos, que andan buscando líderes en cualquier bonapartista de
cualquier ideología, me repugna la sola idea de liderazgo. En eso la
‘izquierda’ que venera la personalidad de sus supuestos líderes se parece mucho
al nacionalsocialismo, al fascismo, al franquismo y al estalinismo.”
Curiosamente en un momento en que es válido
poner en entredicho “ser de izquierda”, con los argumentos de Horacio y otros
más, es cuando más pareciera requerirse una opción de izquierda y, más aún, es cuando a escala
latinoamericana esa corriente tiene un inmenso poder, a través de la mayoría de
los gobiernos de la región, a los que han arribado, por cierto, mediante
procesos electorales.
En muchas partes he escuchado a militantes
genuinos de izquierda preguntarse por qué en México no ha triunfado la izquierda.
Hay dos respuestas polares: porque la oligarquía y el imperialismo lo han
impedido mediante el fraude y la otra porque los que se dicen de izquierda,
incluidos sus partidos y sus candidatos, se han prestado a ser derrotados y
obedecen en realidad a los intereses del enemigo. Existen muchísimas otras
opiniones, menos estridentes y más
preocupadas por buscar explicaciones más sensatas.